martes, 22 de febrero de 2011

Laura Mema // Tom Middleton

Entre el 16 de febrero y el 28 de marzo la galería de arte Sinestesia exhibirá una nueva muestra de artistas plásticos que indagan la musicalidad de lo visual. Uno de ellos es Tom Middleton, oriundo de Venado Tuerto, provincia de Santa Fe. En su muestra El Cuerpo pide Luz, las esculturas de Middleton se destacan por las connotaciones de sus gestos y sus proporciones, potenciadas por la iluminación, mucho más que por sus relieves. “Este proyecto surge por la necesidad de reproducir imágenes”, dice el artista. Otra característica de sus esculturas es su similitud con las imágenes de libros de anatomía. “Durante mucho tiempo pensé en estudiar y dedicarme a las ciencias médicas”, aclara Middleton. “Adoro la anatomía humana y toda su condición. Y es por eso que mi trabajo se apoya ahí, en lo físico y concreto de su composición y en lo espiritual y mágico de su naturaleza.”
Junto a Middleton participa de la muestra la artista plástica Laura Mema, otra artista plástica interesada en experimentar con la proyección de luz externa artificial. Las pinturas de Mema adquieren un sentido de la construcción plural, en diversos planos, generando una percepción tridimensional. Según su propio manifiesto estético, las imágenes pueden abandonar el plano y continuar en el espacio; se trata, según Laura, de sintetizar “las cuatro dimensiones de la existencia”: color, sonido, movimiento y espacio. En sus obras, bajo la proyección de luz ultravioleta, los elementos son manipulados hasta lograr efectos ópticos; las texturas de pintura, pigmentos en pasta, material serigráfico, vinilos, telas y papeles reciclados se superponen como capas químicas, creando imágenes de ambientes abstractos, de una fantástica percepción visual.

Diego Acuña “Orgánico y musical” - 2010

Los órganos del cuerpo humano están ligados conceptualmente y directamente al mundo musical. En sus interpretaciones, en ordenamientos de notas y composición. El cerebro los ordena, distribuye, y compone; el corazón pone su énfasis en la emotividad de los sonidos; y a través de la boca podemos expresar ese lenguaje del alma. El aire capturado por los pulmones y luego expulsado en suaves o imponentes notas a través de algún instrumento, dándole vida a estos sonidos. Todo como en una composición musical necesariamente ordenada y armónica intento ilustrar esos sonidos a través de la imagen, el dibujo, y la pintura. También hay un sonido musical interno, el propio el que nos individualiza y nos separa de los demás y nos hace únicos. Este sonido lo llevamos constantemente y dejamos en los lugares vividos algunas notas momentáneas o eternas. Estas son algunas imágenes y algunos sonidos visuales. 
Diego Acuña

Natalia Festa “DJ Nati”


Las pinturas de Natalia Festa hablan en parte, de cultura popular, de personajes y su soledad, su momento de contemplación, sus santos, su música, su infinito mundo de magia, de color, de formas monstruosas e infantiles, su postura eterna y congelada, para siempre, en un gesto a veces frío e incómodo, a veces relajado o en rictus de pasión fervorosa.
Un mundo sumergido, de a momentos gris, que Natalia reflota ante nuestros ojos dotándolo de poesía y color. Y la música, la más cotidiana y nuestra, la que se escucha en la calle, en un celular prendido en el colectivo, desde el Himno Nacional hasta la cumbia, atravesando cada una de sus obras. Alguna vez como inspiración, otra como título, otra como alivio y guía que se va desmembrando en un texto que define y carga ideológicamente, cual remate final, lo que ya estaba dicho en el dibujo.
En la obra de Natalia todo aparece desde su mirada imparcial, humana, sin juzgar, solo permitiéndonos ver cuanta belleza hay en aquellas cosas que no suelen ser vistas como bellas. Sus personajes están rodeados de pequeños dibujos, que salen de sus cabezas como un sueño o pesadilla, atrapados en colores que vomitan o salen de sus manos como ofrendas. Todo nos impele a querer conocer más del mundo interior de Festa y a desear ver el mundo exterior con sus ojos, que filtran y captan el imaginario fluyente de las millones de cabezas que pasean por la ciudad y se mezclan en multitud.
Raquel Masci

Josefina Zuain “Frecuencia inesperada”


Percibir la geometría, extrañarse en el color, sorprenderse ante lo imprevisto. El color actúa como llave hacia el desconcierto; desde entonces, deslizarse dentro del plano parece la mejor alternativa. Luz nueva, color desconocido, sin nombre, se hace presente y nos lleva desde el interrogante hasta lo nuevo, preciso y calmo. A partir de entonces esperamos lo inquietante y extraordinario de la delicada fuerza de lo grácil y lo diferente, lo sutil está ante nosotros.
Las obras de Josefina Zuain nos sumergen en un equilibro insospechado, que no dio pistas de existir en otro lado, que aparece ahí, en ese momento. Lo sentimos desplazarse en distintos niveles y amplitudes que se acercan y se vuelven paralelos. Pequeños intervalos de largos recorridos, elegidos entre tiempos anteriores y siguientes.
María Eugenia Mousseaud

Matías Perego “Compilado”

Conurbano bonaerense.
Zona imbricada en laberintos, puentes, cruces de vías, vías muertas, callejones sin salida, televisores que hablan toda la noche en bares que nunca duermen. Y de esa red febril, tan expuesta y tan oculta, surgen los trazos cómplices de Matías Perego, con pinceladas que a veces parecen píxeles, como la pantalla de un viejo Noblex al que la clientela mira mientras apura un coñac. Pero el artista rescata a los personajes de ese caos nocturno, para ordenarlos en una síntesis estructural.
Perego realizó muestras en Bacano, Sonoridad Amarilla, Planeta Cúbico, entre otras galerías, y sus obras integran colecciones  del exterior y de nuestro país.
Ha colaborado con ideas visuales para los grupos Divididos, El Otro Yo y Rosario Bléfari y sus trabajos llevan el título de una canción, alguna frase de una estrofa o nos relata la música que acompaña el proceso creativo. En ellos, sus anómalos personajes, grotescos o cándidos, son los mismos que nos devuelve el cristal de un bar al mirar en su interior; aparecen resaltados, hípermediados. 
Y esa es parte de la pureza de su obra.

Raquel Masci “Algo nuevo, algo viejo, algo prestado, algo azul”


Así como las disciplinas gestálticas plantean la necesidad de ver al individuo como un todo, desde que comenzó el siglo XX muchas disciplinas plásticas aplican la misma mirada hacia el arte. ¿Por qué dividir lo audiovisual en pintura y música, cuando frecuentemente ambos van de la mano? Ya en los albores del dodecafonismo, el compositor ruso Alexander Scriabin asociaba notas a colores, e incluso bocetó un diagrama en donde cada una de las doce notas del piano correspondía a un determinado color.
Lo que hacía pensar a Scriabin en términos visuales hoy se conoce como sinestesia, o sea, lo que percibimos en un sentido a consecuencia del estímulo provocado en otro. Y desde luego, cada individuo percibe de manera distinta –por ejemplo, mientras Scriabin asociaba el mi bemol con el púrpura, Rimsky-Korsakov lo asociaba con el azul. A mediados del siglo XX, el americano John Cage amplió la conexión sinestésica con procesos lúdicos como la composición a través del dictado del I Ching, o componiendo partituras que consistían en calcos de mapas estelares. Luego, el colectivo neoyorquino Fluxus y el español Zaj fueron aun más lejos, a través de inusuales performances como la destrucción de un piano.
La apertura de Sinestesia, como espacio de arte, permitirá la participación de artistas interesados en estéticas interdisciplinarias, en donde la plástica no es un universo aislado sino que está en permanente diálogo con las notas musicales. Colores como tonos, texturas como sonidos.
El espacio abrirá con una muestra de la artista plástica Raquel Masci, cuyos retratos de celebridades del mundo del espectáculo se nutre de técnicas extraídas del pop art, en un intenso diálogo de citas intertextuales construido a base de abstractos planos de colores; colores tan expresivos como los tonos del sistema musical.